jueves, 7 de marzo de 2013

Del caos al orden en un aula de infantil

A medida que avanzaba en el recorrido entre mediadores, ritos de iniciación, exorcismos, amuletos, momentos de catarsis, no podía evitar hacer el paralelismo con nuestro trabajo como maestras o futuras maestras de Educación Infantil.

Las aulas de infantil están llenas de rituales para pasar del caos al orden y del orden al caos. Como mediadoras, las maestras desarrollamos un curioso repertorio de estrategias para volver al orden después del caos, y viceversa.

El caos es necesario para que el aprendizaje se produzca. Sin caos no hay descubrimiento. Pero para poder asentar y asimilar esos aprendizajes necesitamos volver a la calma, poner esos nuevos aprendizajes en su sitio, desplazar a un ladito a aquellos otros que ya han sido superados.

Las rutinas tan propias de la Educación Infantil son ritos de paso. Van marcando la jornada, ponen orden al tiempo y al espacio, funcionan como fronteras entre una actividad y otra, entre lo ya acontencido y lo próximo. Hay rutinas que son realmente hermosas: las canciones, las rimas de dedos, encendemos velitas o un palo santo, nos damos masajes unos a otros, hacemos un círculo de apoyo, hablamos del clima, de las cosas importantes que le han pasado a cada uno  y cada una, las rondas de besos, escuchar música, los juegos de voz a modo de mantras, la piedra o la piña o la hoja que olemos, sentimos, chupamos, escuchamos a modo de amuleto.

Funcionan como rituales de paso, a veces de inicio y a veces de cierre de una actividad, siempre en esa transición entre lo conocido y lo desconocido, entre el orden y el caos.

Marina Rubio

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